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[Reseña] “Erotismo y la Muerte”: Pablo Boullosa

Conferencia en el Museo del Templo Mayor, con motivo de la Exposición “De Ánimas y Perros” de Sergio Peraza Noviembre 2000.

“Erotismo y la Muerte”

Pablo Boullosa

Cuando era un adolescente (más adolescente que ahora) escuché aquella frase de Oscar Wilde que afirma que, sólo asesinamos aquello que amamos. Entonces me parecía completamente incongruente, pues cómo, si amabas a una persona, serías capaz ya no digamos de matarla, sino de hacerle daño. Claro que entonces no desarrollaba plenamente mis inclinaciones sádicas, ni comprendía en absoluto la íntima relación que existe entre el amor y la muerte, que son los temas que pusimos de pretexto Sergio Peraza y yo para llevar a cabo esta conversación. El erotismo y la muerte…

Escultura Supuesta. Papel Higienico Y Tela Sergio Peraza Artista Escultor

Me desviaré un momento del tema para decir algo sobre Sergio Peraza, y luego intentaré, no sé si tendré éxito, volver al asunto que nos reúne este día. Nos conocimos, no importa cómo, pero recuerdo que en la primera exposición suya a la que tuve la fortuna de asistir había una escultura que a lo mejor Sergio consideraba un chiste, no lo sé, pero sí sé que para mí no se trataba de ningún chiste. La obra permaneció cubierta con un telón, con un manto, hasta el momento en que la exposición fue inaugurada. Entonces descubrieron la escultura, que era una figura humana, pero humana no sólo en apariencia, que estaba hecha con papel de baño. Sí, con papel de baño. Limpio, pero ciertamente usado… usado con sensibilidad e inteligencia.

Conjetura Estomacal Grabado Sergio Peraza Artista Escultor

Conjetura Estomacal

En el momento en que redactaba estas líneas podía levantar la vista y encontrarme con un cuadro de Sergio a la vez intenso y ágil; en ocasiones Sergio utiliza su fino sentido del humor para aligerar, pongámoslo así, obras que precisamente por eso un espectador torpe podría tomar a la ligera, con demasiada rapidez. Sería muy dominguero, por ejemplo, dejarse seducir por la velocidad de los tres xolos que se exponen aquí—El “xolo cortando flores”, y el último siendo el de “La curiosidad mató al xolo”.

La Curiosidad Mató Al Xolo

La Curiosidad Mató Al Xolo

Además yo me he encontrado a Sergio en días ciertamente menos hábiles que sus manos, y lo he visto jugar en la sobremesa de un restaurante, mientras sus amigos conversamos dilapidando plácida e inútilmente nuestro tiempo, con servilletas o con masita de pan de la que sale del centro del bolillo. Lo vi modelar, de hecho, lo que entonces me parecían no simples pero tampoco complejos perros, que eran, en realidad, xolos.

Y aprovecho en este momento al xolo para que me guíe, si no al Mictlán, siquiera al tema que supuestamente nos reúne esta mañana. Aunque el término re-unir mejor lo dejo para más tarde; digamos nomás que aquí estamos medio juntos, medio separados.

El erotismo, y la muerte, y un muy poquito sobre los xolos. “Xolo se ama una vez”, dicen, pero en todo caso, hasta donde podemos saber, que tampoco es tanto, “xolo se muere una vez”. Como verán, sobre los xolos no puedo decir mucho, nunca he sido el amo, o el compañero, más bien, de ninguno. Son animales cuya mirada, cuyo pellejo, cuyas genuflexiones, aterran demasiado a las mujeres, y no es que yo lo sea, creo, pero caray, cuánto las necesito a mi lado. Acaso esto genere, al menos a un nivel muy inconsciente perruno, un problema de celos: ¿qué amante va a renunciar fácilmente a una de sus aspiraciones fundamentales, conducir a la pareja a la muete? El xolo podría estorbar.

Vuelvo a lo que mencioné en un principio, que tardé muchos años en empezar siquiera a intrigarme por las relaciones ciertamente íntimas entre el erotismo y la muerte. Comencé encontrando reiteradas alusiones a la muerte en los poemas de amor que en mi solitaria y destartalada juventud afanosamente leía, por desgracia sólo para mí mismo. También en los que escribía no menos afanosamente, por fortuna sólo para mí mismo:

Entrégate, que la tarde es hermosa

Y siento que nos vamos a morir

En algún momento me topé con una explicación que, por algún tiempo, me dejó enteramente satisfecho: el orgasmo es una diminuta muerte. En torno a esto pueden decirse y hasta pensarse muchas cosas, no necesariamente en ese orden. Una de las cosas que pueden decirse hasta casi sin pensarse es que, si de pequeñas muertes se trata, pues el sueño es también una pequeña muerte, y en efecto los sueños ocupan un lugar importante, importantísimo, en los poemas de amor, que son también los poemas de muerte, tantas veces. Porque el sueño y la muerta nada tienen ya que decirse, cito de memoria a Xavier Villaurrutia, Xavier con equis de Xolo.

y al fin duermes rodeada por mis brazos que apartan

 de la sombra sombría, para que tú descanses,

legumbres, algas, hierbas: la espuma de tus sueños.

Dice también Pablo Neruda.

Pero, en realidad, no necesitamos del sueño, ni del orgasmo, para platicar sobre las relaciones entre el erotismo y la muerte (no importa pues que nos pongamos a platicar esto con mujeres insomnes y /o frígidas). El amor –que tampoco es lo mismo que el erotismo, pero ahora no es lugar para ponernos a hablar de estas diferencias—es siempre un afán de pertenencia y de vuelta a un origen paradisíaco. Le llamamos así, Paraíso, en términos religiosos, aunque tiene otros nombres.  Da lo mismo: el amor es un estado de gracia, de reconciliación, de armonía…Pero esa vuelta al origen, para ser posible, requiere siempre de un acto propiciatorio: un ritual, un coito, una revolución; una invocación verbal, un sacrificio, o una matanza.

El acto erótico (que en realidad siempre es un ritual, o como dice Octavio Paz, “una metáfora de la sexualidad”) puede ser ese acto propiciatorio. Incluso el orgasmo, si volvemos a la idea de que hablamos hace unos momentos, puede ser esa pequeña muerte, ese sacrificio, que oficiamos con el propósito de obtener un pase al más allá, que es en realidad, siempre, el más acá, la vuelta a un origen primero, de conciliación u pertenencia absolutas.

Por otro lado, ¿de qué está echo el erotismo? De sexualidad, claro, pero también de otra cosa, porque a todas luces no es simplemente sexualidad. La sexualidad, la pura sexualidad, ya se la sexualidad animal o la parte puramente animal, genital, que se enseña en los cursos de reproducción. (Eso de “educación sexual” merece un comentario aparte. ¿Cómo va uno a enseñar eso? ¿No es algo estúpido querer enseñar lo que la gente ha venido haciendo desde el principio de los tiempos? En fin… ¿quién necesitó clases para ejercer su sexualidad hasta antes del siglo XX?)

Volviendo al tema o a algo: la reproducción de un ser vivo está diciendo también que ese ser vivo debe dejar su lugar a otro más joven, o sea que la sexualidad trae siempre impreso el mensaje de la propia muerte. Además, no hay animal que emplee su sexualidad en otra cosa; sólo los seres humanos somos capaces de hacer de nuestra sexualidad un fin en sí mismo, por puro placer, en puro ritual, un streaptease, una postura del Kama Sutra, qué sé yo. Cada quien hace con su colita un papalote y todos tan tranquilos.

Lo cual me lleva a una conclusión más general, si no es que a la conclusión más general a la que mi pobre entendimiento sobre la materia puede y quiere llegar. Hablo de dos elementos que simultáneamente son el puente que cruza de la vida a la muerte, de la muerte al erotismo, y del erotismo a la vida: elementos que nos hacen ser lo que somos y que nos distinguen del animal: primero, sabemos que vamos a morir; segundo, tenemos una sexualidad transfigurada. Nada más estúpido (la estupidez también es eminentemente humana, pero eso no importa ahora), nada más estúpido que creer que nuestra sexualidad es nuestra “animalidad”; sin duda, es pura humanidad.

La idea de sexualidad nos lleva a la de renovación; a idea de renovación, la idea de la muerte; a la de sacrificio; la idea del sacrificio, a la de seguir escuchando esta disquisición. Los seres humanos sabemos que nos vamos a morir, como decía, y que nuestra existencia es muy frágil; lo que no sabemos es cuándo va a terminar esta plática, pero no se apuren. Ha terminado. Cuidado con el perro; no dejen de verlo. Gracias.

 

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